Un ejercicio para parejas: Diálogos profundos
- Adriana Sancho
- 11 mar
- 3 Min. de lectura

Origen y propósito:
El concepto de diálogos profundos fue creado por Michael Lukas Möller, profesor de Psicología y terapeuta de parejas. Este autor veía la comunicación como un pilar fundamental para tener una relación de pareja duradera y feliz.
El ejercicio de los diálogos profundos ayuda a las parejas a enfocar su comunicación en lo realmente importante, fortaleciendo la intimidad y la conexión emocional. Es especialmente útil cuando la relación ha caído en patrones recurrentes de discusión, las conversaciones se han vuelto superficiales o uno de los dos habla mucho más que el otro.
El objetivo del diálogo profundo no es resolver problemas inmediatos, sino recuperar y fortalecer la conexión mutua. Para ello, basta con centrarse en uno mismo y seguir algunas reglas sencillas.
Organización:
Para que el diálogo profundo forme parte de la rutina, es importante programarlo con antelación. Una opción es que ambos se encarguen de planificarlo juntos; otra es alternar la responsabilidad de organizar cada sesión.
La frecuencia ideal para practicar este método dependerá del estado de la relación. Si la pareja atraviesa un momento difícil, se recomienda hacerlo cada 2 o 3 semanas para reforzar la comunicación y resolver posibles tensiones. En cambio, si la relación se encuentra en una fase estable, puede realizarse cada 2 o 3 meses. Algunos especialistas sugieren en cambio que este tipo de conversaciones se realicen con mayor frecuencia, incluso semanalmente, para fortalecer aún más la conexión y el entendimiento mutuo.
Para preparar un diálogo profundo, es fundamental dedicar el tiempo necesario. Lo ideal es disponer de 90 minutos, aunque si resulta demasiado, se puede comenzar con sesiones de 60 minutos. Para mantener el enfoque y respetar los turnos, es útil utilizar un temporizador que ayude a controlar el tiempo de cada intervención. Además, es importante crear un ambiente libre de interrupciones: apagar o silenciar el móvil, asegurarse de que los niños estén dormidos o entretenidos y elegir un lugar tranquilo.
Diálogo:
Sentarse uno frente al otro y mirarse a los ojos.
Cada persona tiene tres turnos de 15 minutos (en un diálogo de 90 minutos) o de 10 minutos (si dura 60 minutos) para expresarse sin interrupciones.
Escuchar sin interrumpir: solo se permiten preguntas para aclarar lo dicho, pero sin debatir ni responder.
Reglas fundamentales:
Hablar desde la propia experiencia, utilizando mensajes en primera persona ("yo") en lugar de frases acusatorias.
Expresar sentimientos, necesidades y deseos de manera clara y asertiva, en lugar de criticar o reprochar.
Ofrecer apoyo y compartir experiencias o consejos solo cuando sea solicitado.
Fomentar el respeto y la valoración mutua en la comunicación.
Utilizar un tono sincero y constructivo, evitando la ironía o el sarcasmo.
Ser específico en la comunicación, evitando generalizaciones como "siempre" o "nunca".
Describir los hechos de manera precisa y objetiva, mencionando detalles concretos sobre qué, cuándo, quién y con qué frecuencia.
Temas y preguntas que pueden guiar el diálogo:
¿Qué he escuchado de ti? (Hacer un breve resumen de lo entendido).
¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué deseo?
¿Qué aspectos de mi vida o relación me gustaría mejorar?
¿Qué cosas agradezco de ti y de nuestra relación?
¿Qué pensamientos importantes aún no te he compartido?
Después:
Una vez finalizado, es recomendable no retomar inmediatamente lo hablado. Si es necesario profundizar en algún tema o resolver algo pendiente, se puede programar otro diálogo más adelante.
Beneficios del diálogo profundo:
Esta práctica favorece una comunicación más clara y efectiva sobre las propias necesidades y emociones, lo que contribuye a mejorar la escucha activa y la resolución de conflictos. Al mismo tiempo, fortalece la empatía, la conexión emocional y la confianza mutua, ayudando a afrontar juntos los desafíos que puedan surgir en la relación.